ATENAS, agosto 22 del año 2004.- el mejor tenista chileno, Nicolás
Massú, dio una verdadera cátedra de amor propio para ganar la medalla de
oro en los Juegos Olímpicos, tras superar en un partido maratónico, increíble y
recordable al estadounidense Mardy Fish.
En casi
cuatro horas de titánica lucha el viñamarino se impuso por 6-3, 3-6, 2-6, 6-3 y
6-4, a un hombre que se vio sorprendido por el tenis y la indescriptible
capacidad de lucha de su rival.
El lance
fue tan curioso y emotivo que pareció que el "Vampiro" abandonaría el
pleito porque su cuerpo no le respondía, pero sacó un "segundo aire"
para escribir un capítulo excepcional en la historia del deporte chileno. Tan
notable fue, que se llevó una ovación de propios y adversarios en el coliseo
griego.
LA
HISTORIA DEL "LEÓN HERIDO"
El comienzo del cotejo fue sencillamente bueno para el nacional, aunque vivió
pequeños momentos de zozobras. Claro que eso se dio sólo en los primeros
dos games. De hecho, con su servicio estuvo con punto de quiebre,
pero bastó que se tranquilizara para que todo fuera a su favor.
Tan bien
estuvo en la primera manga que siempre fue el que impuso los términos. Sirvió
de forma adecuada, pero devolvió como el mejor del mundo los cañonazos de su
rival. Por lo mismo rompió en el segundo y cuarto juegos para ponerse 5-1.
Le costó
un tanto cerrar el episodio -sufrió el quiebre en el séptimo-, pero no dejó
pasar la oportunidad. Con cuatro pelotazos puso el definitivo 6-3 en 46
minutos.
El
segundo episodio hizo más evidente algo que todos los hinchas nacionales
querían obviar: El estado físico del "Vampiro". En este acto se notó
que le faltan "piernas" y cada descanso que tenía lo aprovechaba para
tomar aire y soltar músculos.
Cada
punto se transformó en un sufrimiento para el viñamarino, pero jamás dejó de
luchar. Su cara, sus gestos, su desesperación era evidente y el rival lo sabía.
Pese a
que pudo quebrar al gigante norteamericano, jamás encontró una bola cómoda para
complicarlo. Fish, en tanto, tenía claro que debía moverlo y esperar su chance.
Desafortunadamente, a la primera que tuvo consiguió el rompimiento (octavo
juego) para apoderarse del set por 6-3.
De ahí
en más no se puede hablar de un partido normal. Massú siguió jugando sólo por
amor propio. Nada más. Miraba a su coach, se peleó con el juez del pleito,
siguió tomando aire y haciendo movimientos para que su cuerpo resistiera la
presión. No había caso. Todos los que estaban en el coliseo creían que era
imposible una reacción, pero no conocían el temple de la mejor raqueta de
nuestro país.
El
tercer capítulo fue del norteamericano por 6-2, merced a sendos rompimientos en
el primero y séptimo juegos. Sólo duró 35 minutos, pero el "Nico",
pese a todas sus limitaciones físicas, hizo trabajar de forma considerable a su
rival.
El
cuarto siguió la misma tónica. Massú rompió en el cuarto game, pero
le devolvieron el favor de inmediato. Sin embargo, hubo un hecho que llamó la
atención: "Sacó un segundo aire" que se notó ostensiblemente. De
hecho, a partir de ahí fueron más precisos y potentes sus golpes.
El
estadounidense sufrió su furia y por 6-3 se rindió a los pies del criollo que
vio el oro al alcance de su mano.
Lo del
quinto era para cualquiera, pero Massú venían con la fuerza moral para imponer
sus términos. Y así lo hizo. Quebró dos veces para cerrar el punto, el juego,
el set, el partido y la medalla de oro. Sólo un calificativo se le puede dar a
su triunfo: ¡Heroico!
Massú
hace rato es parte importante de la historia del deporte chileno, pero ahora
más. Sólo él y el equitador Óscar Cristi poseen dos preseas, pero nadie tienen
ese par de doradas que atesora del "gladiador nacional".
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